Pienso en piojos
y me pica la cabeza.
La infancia
es la muerte
de la elección.
Del propio parto
de las luces
y del artificio,
que corren en manada
en un bosque
que ya
nos han talado
de antemano.
Y no les da tiempo
a alcanzarnos.
Aunque tampoco
les importa.
Pienso que
ahora
hay más esclavos
que nunca.
Y pienso en las gordas en el smöoy
de la otra tarde,
qué infelices parecían devorando
qué infelices parecían devorando
se.
Y lo curioso
es que ellas
no me dedicarían ni un segundo
no me dedicarían ni un segundo
de su pensamiento
de grasas
saturado.
Y me sentí satisfecha
de haberles dedicado un vistazo
a esas gordas,
de haberles dado
algo de mí
sin que ellas
ni se inmutaran.
Pienso en el bosque
donde queman cada
semilla que intentan plantar
los niños ferinos
de la mano del aire.
Y es una escena terrible,
preciosa
y melancólica.
Me pica la cabeza
y es mejor
que pensar.
Qué bueno María.
ResponderEliminarNo sé si hay más esclavos. Sé que menos no hay, eso seguro. Quizás cárceles con barrotes de oro.
Muchas gracias, Pablo.
EliminarY más viniendo de ti. Admiro cómo escribes. Mucho.
Abrazo.
Así a bote pronto, yo diría que pueden haber unos seis mil millones de esclavos.
ResponderEliminarO siete mil. Pero tus manicomios parecen casi escaparse.
EliminarMe gustas. Gracias por el comentario. Te sigo.
ResponderEliminarYo me declaro esclava del smööy!
ResponderEliminarEstán tan ricos....
¿como esas gordas podían ser infelices allí?
Besos.