jueves, 31 de octubre de 2013

acribillar

Entre la curiosidad de investigar
las sensibilidades
de los niños,
está ese día
desierto.

Con pájaros, 
bulímicos
de media tarde,
que extirpan lo que un día
mientras tragabas
ya estabas
odiando
-te-.

Y al mirarlos,
disimulo, pero me acecha
el trago y el reloj,
y la tarde
más
aún.

Y es entonces cuando,
en el hueco que queda,
querría llenar todo lo que
sabía
entonces
y ahora.

[Y por eso te echas. De ti.
Por haberte tú echado. 
De tanto.]

Y es la misma tarde
y los pájaros se van
y me disipan de mi apariencia.

De una paz que no existe.
De tres armonías fingidas.

Y, por qué no,
de esa tristeza
al comprobar
que los días
empiezan a alargarse.

2 comentarios:

  1. Nunca fingí.
    Estoy loco.
    He tenido suerte.

    ResponderEliminar
  2. Traté de leerlo en voz alta, hasta que me di cuenta de que mi voz no era lo suficientemente profunda, o nostálgica; ni la mía ni la de nadie. No es un poema para recitarlo, es una obra para entenderla.

    ResponderEliminar