a veces, una ráfaga, envidiosa de adolescencia,
catapulta trozos de mundo al interior de mis zapatos.
mas díganme,
si no soy capaz de llegar a casa con el paseo torturado
no llego a comprender cómo esperan que entendamos
que a las dos de la mañana, en algún sitio,
un par de pies se apoyan en el linóleo
y se levantan para amasar pan.
cómo
que mis entradas para el teatro están encadenadas
a una premisa de brazos raquíticos.
qué esperas exactamente
si sólo me entristezco ahora
porque hace tanto que no sé escribir tu espalda
ni tus manías nocturnas con mi acostumbrada exactitud
y esa es la esfera gigantesca
que se asienta en mi garganta
y atormenta mis tecnologías,
aireando una hipocresía invicta
El cuerpo fisico reaccionando a los dolores del alma
ResponderEliminar